Un cuento taoísta nos relata la historia de un humilde
granjero que vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos lo consideraban
afortunado porque tenía un caballo que utilizaba para labrar y transportar la
cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el
pueblo de manera que, al llegar la noche, los vecinos fueron a consolarle por
aquella grave pérdida. Todos le decían: “¡Qué mala suerte has
tenido¿” .Pero la respuesta del granjero fue un sencillo: “Puede ser”.
Pocos días después, el caballo regresó trayendo
consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los
aldeanos, estos fueron a darle la enhorabuena y a comentarle su buena suerte, a lo que
él volvía a contestar: “Puede ser”.
Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar
a una de las yeguas, pero esta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una
pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte, pero el padre
respondió: “Puede ser”.
Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los
oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del
granjero fue rechazado por tener la pierna rota. El atardecer, los
aldeanos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del
granjero, mas este, contestó: ¡Puede ser”.
La
actitud es lo que importa
Cualquier acontecimiento tiene sus
ventajas y sus inconvenientes. Somos nosotros quienes, con nuestra mirada y
nuestra actitud, podemos reconducir la situación y salir fortalecidos.
Aprovechar la situación
Cierta
vez escuché decir al psiquiatra Viktor Frankl, quien sobrevivió a los campos de
concentración nazis, que suerte es lo
que nos toca vivir. En sí misma, la suerte no es ni buena ni mala.
Simplemente es. Y lo que es encierra siempre una oportunidad que debemos
descubrir nosotros. Lo que hoy vivimos, si bien puede empezar pareciendo una
desgracia, puede convertirse en una gracia. Que esto suceda solamente depende
de lo que nosotros podamos hacer con eso que vivimos. Ayer maldijimos la lluvia
que impidió que nos encontráramos con María. Pero hoy bendecimos la lluvia, que
ha hecho dilatar el momento que ella se fuera de nuestro lado. La lluvia no es
ni buena ni mala. Todo depende de cómo
vivamos las cosas que nos pasan. Si las sufrimos o las aprovechamos. Si las
maldecimos o las bendecimos.
Estamos
acostumbrados a atribuir a las cosas un poder casi mágico. La suerte del vecino
siempre es mejor que la propia, y nuestra vida sería distinta si esto o aquello
no nos hubiera sucedido. ¿Y nosotros? ¿Qué es lo que hace que lo vivido termine
siendo bueno o malo? Aprender a ver el lado positivo de la vida empieza por
aprender a recordar sin ira ni reproche lo ya vivido, sin atribuir al pasado la
exclusiva responsabilidad de nuestros pesares actuales ni creer que ha hipotecado
nuestro futuro.
Para
lograrlo, podemos practicar el siguiente ejercicio:
En
una hoja de papel, tracemos una línea divisoria de arriba abajo, Sobre el lado
izquierdo, escribamos episodios de nuestro pasado que consideremos
fundamentales en nuestra vida, sin importar su signo, es decir, buenos o malos.
Cuando hayamos terminado, anotemos sobre el lado derecho para qué nos ha
servido vivir aquello que hemos vivido, qué hemos aprendido.
Aprender
a ver nuestro pasado como un granero que recoge la riqueza de toda nuestra vida
es el primer paso para aprender a mirar hacia delante, reconociendo ahora lo
bueno a cada paso. La vida propone, Cada uno responde. Nuestra actitud, nuestra
respuesta, nos convierte en alquimistas con poder para transformar la desgracia
en oportunidad.
(Claudio
García Pintos, Logoterapeuta y profesor de Psicología de la Universidad Católica
Argentina)
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